AMIGO CON COVER
Mi amigo con ventaja me dice que nunca pensó que la primera vez que nos vimos me besaría y terminaríamos besándonos después del vodka en una pieza sin muebles, después de sentir celos porque hablaba con una chica sobre ballet. Y yo le dije que no sabía nada de ballet, pero sí de ópera. Y que podríamos ir alguna vez a la ópera. Dije eso sabiendo que era como soñar, como pensar en pareja, esa que veo en mi casa que apenas se habla y que me tiene a mí como un hijo que en vez de nietos les dará gatos y que se sienta con las piernas cruzadas.
Mi amigo me besa con más ánimo en la oscuridad y me mete su lengua en la boca si tiene trago encima. Estoy seguro de eso, pero no de otras cosas. La primera vez que lo vi lo encontré bello, arreglado, perfumado y me gustó. Hablamos de por qué llegó unos cinco minutos tarde y le hice tomar precauciones sobre el lugar heterosexual adonde nos dirigíamos— un carrete universitario de izquierda. No me aguanté y al rato le pregunté si yo le gustaba, si era lo que él esperaba. Y él me dijo que sí, sin líbido. Luego nos quedamos callados mientras llegamos a casa. Quizás lo hice reír para relajar la tensión de conocernos.
Esa primera vez mi amigo no me dejó meterle mis dedos entre sus nalgas vírgenes, pero sí compartimos un chicle Grosso ensalivado. Luego en una disco gay, después de que un guardia nos echó de una salida de escape porque nos lamíamos nuestras pijas, nos encerramos en un baño mientras todos los maricones bailaban a la Britney Spears, a quien yo siempre defendía porque era tan decadente y mártir como lo fue Oscar Wilde en la época moderna. Mientras yo apretaba con mi mano una puerta que apenas tenía seguro, él me lamía mi católica tula menos mestiza que la suya. Y la gente quería abrir pero no podía o prefería no molestar. Esa vez no pude follarte porque estaba tan borracha que no pude follarte más que con los falos de mi mano.
A mi amigo con ventaja no le pude decir que “cada día lo amaba más”, ni que era mi amor y que de amor llenaba mi alma o que es “mi media naranja”. Prefiero decirle que mejor bese al chico que conoció por chat, que pruebe con otro, que siempre es distinto. Le digo también que sería feliz haciendo un trío, que así me veo en mi futuro, además de tener muchos libros y que ojalá alguien me mantenga para yo escribir más que textos pasados a nalgas peludas. Y le pregunto “¿Qué pasa?” y yo ya sé que me dirá que nada.
Mi amigo con cover vive apretadito en un departamento y no puede tener una mascota porque su casa es chica. Me encanta decirle que es mi mujer, mientras él me decir que me comporto como una niña porque lo subo en mi bici en la Alameda, porque no quiero una relación estable, porque escucho Gilda y Chopin, porque compro regalos a la gente y luego me los dejo para mí, porque no me gusta lo que estudio, por tener una planta que se llama Meredith, por emborracharme con sólo un vaso de vodka.
Le digo “te quiero puro dar” cuando me empiezo a quedar sin palabras por la borrachera, porque yo tomo para emborracharme y eso lo enoja y no alcanzo a decirle que es un moralista antes que él me diga “sí, entonces soy un moralista”, porque él ya sabe lo que diré. Me hace sentir obvio. Y de a poco me pide el contacto de los amigos que le presento y nos prestamos cosas… como amigos. Y ése te quiero puro dar se convierte en un rito que me permite seguir besando su morena piel, que es la primera, le digo. Porque el amor es como una lista de cosas que se tachan, que quedan por hacer. Y yo le digo a mi amigo que aún no he sido infiel ni tampoco empíricamente heterosexual.
Una vez hablamos de sus problemas en una escalera, en vez de besarnos en los baños de la universidad. Hablamos de sus tabúes, de que a veces pensaba que no quería ser un problema para la familia, que no quería hacer sufrir a su madre. Yo le dije que él no sería quien haría llorar a su madre, sino toda la gente que mira con asco cuando dos hombres se besan en la calle, que a ellos debería criticar. Creo que te dije que me gustaban los tríos y creo que descubriste de a poco que éramos muy distintos.
Luego te desapareciste. No conectabas. Me hiciste poner tan nervioso que me puse a ver a una película lésbica para reemplazar mi deseo de amor. Hasta que te apareciste en la noche, y me dijiste que msn no era un sitio para hablar de lo que sentíamos. Tuve que insistir como macho cabrío para que me dijeras que te pusiste a llorar cuando llegaste a tu casa, porque todo es demasiado nuevo para ti, porque digo las cosas sin suavidad, porque tú eres de la Universidad Católica y tú tienes algo de moral y yo no, a mí me gusta Pink Flamingos. Entonces descubrí que puedo sentir pena a pesar de ser un ser posmoderno e insensible, descubrí cuanto sirve el papel de víctima cuando no se sabe nada de amor.
Mi amigo me besa con más ánimo en la oscuridad y me mete su lengua en la boca si tiene trago encima. Estoy seguro de eso, pero no de otras cosas. La primera vez que lo vi lo encontré bello, arreglado, perfumado y me gustó. Hablamos de por qué llegó unos cinco minutos tarde y le hice tomar precauciones sobre el lugar heterosexual adonde nos dirigíamos— un carrete universitario de izquierda. No me aguanté y al rato le pregunté si yo le gustaba, si era lo que él esperaba. Y él me dijo que sí, sin líbido. Luego nos quedamos callados mientras llegamos a casa. Quizás lo hice reír para relajar la tensión de conocernos.
Esa primera vez mi amigo no me dejó meterle mis dedos entre sus nalgas vírgenes, pero sí compartimos un chicle Grosso ensalivado. Luego en una disco gay, después de que un guardia nos echó de una salida de escape porque nos lamíamos nuestras pijas, nos encerramos en un baño mientras todos los maricones bailaban a la Britney Spears, a quien yo siempre defendía porque era tan decadente y mártir como lo fue Oscar Wilde en la época moderna. Mientras yo apretaba con mi mano una puerta que apenas tenía seguro, él me lamía mi católica tula menos mestiza que la suya. Y la gente quería abrir pero no podía o prefería no molestar. Esa vez no pude follarte porque estaba tan borracha que no pude follarte más que con los falos de mi mano.
A mi amigo con ventaja no le pude decir que “cada día lo amaba más”, ni que era mi amor y que de amor llenaba mi alma o que es “mi media naranja”. Prefiero decirle que mejor bese al chico que conoció por chat, que pruebe con otro, que siempre es distinto. Le digo también que sería feliz haciendo un trío, que así me veo en mi futuro, además de tener muchos libros y que ojalá alguien me mantenga para yo escribir más que textos pasados a nalgas peludas. Y le pregunto “¿Qué pasa?” y yo ya sé que me dirá que nada.
Mi amigo con cover vive apretadito en un departamento y no puede tener una mascota porque su casa es chica. Me encanta decirle que es mi mujer, mientras él me decir que me comporto como una niña porque lo subo en mi bici en la Alameda, porque no quiero una relación estable, porque escucho Gilda y Chopin, porque compro regalos a la gente y luego me los dejo para mí, porque no me gusta lo que estudio, por tener una planta que se llama Meredith, por emborracharme con sólo un vaso de vodka.
Le digo “te quiero puro dar” cuando me empiezo a quedar sin palabras por la borrachera, porque yo tomo para emborracharme y eso lo enoja y no alcanzo a decirle que es un moralista antes que él me diga “sí, entonces soy un moralista”, porque él ya sabe lo que diré. Me hace sentir obvio. Y de a poco me pide el contacto de los amigos que le presento y nos prestamos cosas… como amigos. Y ése te quiero puro dar se convierte en un rito que me permite seguir besando su morena piel, que es la primera, le digo. Porque el amor es como una lista de cosas que se tachan, que quedan por hacer. Y yo le digo a mi amigo que aún no he sido infiel ni tampoco empíricamente heterosexual.
Una vez hablamos de sus problemas en una escalera, en vez de besarnos en los baños de la universidad. Hablamos de sus tabúes, de que a veces pensaba que no quería ser un problema para la familia, que no quería hacer sufrir a su madre. Yo le dije que él no sería quien haría llorar a su madre, sino toda la gente que mira con asco cuando dos hombres se besan en la calle, que a ellos debería criticar. Creo que te dije que me gustaban los tríos y creo que descubriste de a poco que éramos muy distintos.
Luego te desapareciste. No conectabas. Me hiciste poner tan nervioso que me puse a ver a una película lésbica para reemplazar mi deseo de amor. Hasta que te apareciste en la noche, y me dijiste que msn no era un sitio para hablar de lo que sentíamos. Tuve que insistir como macho cabrío para que me dijeras que te pusiste a llorar cuando llegaste a tu casa, porque todo es demasiado nuevo para ti, porque digo las cosas sin suavidad, porque tú eres de la Universidad Católica y tú tienes algo de moral y yo no, a mí me gusta Pink Flamingos. Entonces descubrí que puedo sentir pena a pesar de ser un ser posmoderno e insensible, descubrí cuanto sirve el papel de víctima cuando no se sabe nada de amor.