Cuando me enamoro
Es hora de confesarse y de contar lo que sucede cuando nos enamoramos.
Cuando me enamoro la vergüenza me dura poco. Podría resistir más, cohibir mis sentimientos, hacerme escribir un diario de vida secreto o algo por el estilo; así no aburría a mis amigos con mis historias donde nunca ocurre nada, donde no se llega al conflicto, donde algo parece estar mal pero no se sabe qué. No es pasión, es miedo a no saber qué va ocurrir, a no saber si me dirá que sí o si no me querrá ver más. Llevo años contando historias sin finales trágicos o con protagonistas incapaces de cautivar y mis amigos no se aburren. Por lo menos eso es lo que dicen o se olvidan de decirme.
Hablamos cuando nos enamoramos. Tomamos el teléfono. También miramos el techo de nuestra pieza. Es todo menos algo íntimo. Es dolor, del físico y del que te hace arrugar la cara o perder la orientación. Y pensar que conozco gente que dice nunca haberse enamorado.
He hablado tanto de amor, me he enamorado tantas veces, que ya no me acuerdo muy bien de mis primeros amores. Esa época en la que uno creía en la virginidad como un momento especial, una especie de romanticismo que creía en la pureza y eternidad de un momento.
Yo no siento vergüenza cuando hablo de amor. Cuando creo que esta es mi gran oportunidad para ser feliz, cuando me imagino que este chico es bueno en la cama o cuando me imagino su cabeza sobre mis piernas. No me tirita nada, no me miro en el espejo llorando. Cuando me enamoro hablo para no sentir la pena, la ausencia o la soledad de la cual hablan las canciones.
AMEN